Cada día, cada idea, flota por mi cabeza. A mi pecera se le mueren los peces, o más bien los mato. Maldita pecera de las ideas, maldita sea. Es tan bonita y tan sincera que me da rabia! No ella... NOSOTROS! No nos merecemos tal pecera. Y por eso torturo a mis peces hasta la muerte... porque no los merecemos! No nos merecemos estos peces tan bonitos! Prefiero matarlos antes que enseñarlos, incluso antes que pueda darme cuenta de lo bonitos que son...
El ser humano a olvidado a querer... eso incluye olvidar de dar de comer a los peces. Pobres peces, hambrientos y flacos aun siguen suplicando ser cuidados y enseñados; pobres peces, muertos y descompuestos, siguen pidiendo ser enterrados. Pues bien, eso es lo que hago yo, enterrarlos. Pero un entierro sin ninguna visita es muy triste. Este es su entierro, aquí está, lo estás leyendo ahora mismo. Este pobre pez a muerto, flotaba en mi cabeza, yo lo había matado, y hasta hoy no me he dado cuenta. Este mártir nos ha hecho ver hoy que debemos cuidar nuestras ideas.
Este bellísimo pez, estaba encerrado dentro de mí, encarcelado, y esta ha sido su libertad: ser inmortalizado en un papel. Amén.
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