Queridísima inmensidad. Tanto me rodeas y me abrazas cada noche e incluso algunos días que me estás comenzando a gustar. No es por tu belleza... eso está claro, es por tu fuerza y castigo.
Cuanto más grande eres menos se te ve. Pues bien, ese es tu castigo para la humanidad. Cuanto quise yo castigarla no escribiendo cosas bonitas y enseñándolas, junto a ti encima de todas mis letras. Cuanto has ayudado a la humanidad a hacer estupideces. Me gustas por tu poca sinceridad, tu gran libertad, tu poca vergüenza, incluso por tu repugnancia.
Pues, me gusta que me rodees con tu sombra, porque es el único sitio donde puedo escuchar bien a toda la orquestra protestar contra el aire, el único sitio donde puedo ver realmente la luz que sale de mí, la luz que sale de todo, el esplendor que tiene cada objeto, también me gusta que me rodees con tu sombra porque puedo ver el esplendor luminoso de cada objeto tornándose ligeramente indiferente a nada.
Cuanto más grande eres menos se te ve. Pues bien, ese es tu castigo para la humanidad. Cuanto quise yo castigarla no escribiendo cosas bonitas y enseñándolas, junto a ti encima de todas mis letras. Cuanto has ayudado a la humanidad a hacer estupideces. Me gustas por tu poca sinceridad, tu gran libertad, tu poca vergüenza, incluso por tu repugnancia.
Pues, me gusta que me rodees con tu sombra, porque es el único sitio donde puedo escuchar bien a toda la orquestra protestar contra el aire, el único sitio donde puedo ver realmente la luz que sale de mí, la luz que sale de todo, el esplendor que tiene cada objeto, también me gusta que me rodees con tu sombra porque puedo ver el esplendor luminoso de cada objeto tornándose ligeramente indiferente a nada.
Tú eres quien interpreta los silencios, pues no sabrías interpretar este silencio relleno de letras más bien oscuras. No puedes saber cuanto te quiero, cuanto te envidio y cuanto te odio. No lo puedes saber porque no lo sé no yo.
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