Inútil i importante

Pequeños ensayos importantes e inútiles del día a día que invitan a pequeñas o grandes reflexiones. Aquí es donde después de cuidar mis ideas las entierro.

sábado, 22 de octubre de 2011

Un pescador


Recomiendo absolutamente que antes de leer esta historia os leáis este texto: http://ensayosarribas.blogspot.com/2011/06/castigo.html

Una playa tranquila, olas calmadas, un cielo cubierto de nubes blancas y un viento suave, cándido y frío. Un día sencillo. Un hombre paseando por la playa, por algun motivo, simplemente caminando junto al mar, notando la arena fría acariciándole los pies y pensando en sus cosas.

Dulces peces, ¿tanto os maltratamos? Dulces ideas ¿tanto os abandonamos? Yo os pregunto: ¿Seríais capaces de maltratar vosotros a un ser humano? Lo pregunto ya sabiendo la respuesta terca. Puede que simplemente os maltratemos para que vosotros no nos lo hagáis a nosotros. Ideas plúmbeas… ideas a la deriva por miedo a enloquecer y perder el sentido ontológico de la vida. Pues estos peces de irascible fuerza son más fuertes de lo que pensábamos. ¿Cuántos llantos mortificados hemos sabido llevar a la deriva junto al nombre “penco”? Perniciosas ideas pícaras y pérfidas, locuaces ideas hercúleas y procaces, todas son peligrosas, algunas cáusticas, ¡Oh, Dulce pastelito!...

El hombre sigue su camino y de repente, a diez pasos, se encuentra una especie de pastelito. Vaya un pastelito… ¡Qué buena pinta! Parecía realmente una delicia, una exquisitez. El hombre, como ser humano que es, va a curiosear el pastelito taciturno. Resulta que el pastelito estaba intacto y abarcaba todo eso que el ser humano podría desear: Bizcochito exótico y esponjoso y con un poco de café por los lados, recubierto de un chocolate que parecía decantarse a negro y de unas fresas muy pequeñas, debajo del chocolate hay un pequeño trozo fino de queso suave, un toque de limón por la mitad del bizcocho, todo desprendiendo un aroma fuerte, divertido y tentador; envuelto con un papel fino, verde oliva y elegante, pero sencillo, llamando la atención.

Las entrañas del hombre no pueden evitar hacer un solo musical remarcando el anhelo y el deseo que tiene por el pastel. El hombre se acerca, mira a un lado de la playa, mira al otro… no hay nadie. Se dice “¿Por qué no?”. Coge el pastelito y cerrando los ojos se lo lleva rápidamente a la boca esperando morirse de placer. Durante medio segundo saborea paulatinamente un placer absoluto en el paladar, le sube la sangre a la cabeza, comenzando a producirle un escalofrío de esos que te sacuden y te despiertan la vida. Pero entonces encuentra una cosa que falla, unas milésimas de segundo más tarde que el medio segundo después de saborear el pastel, un sabor metálico y puntiagudo comienza a penetrar por la lengua y de golpe… de golpe el anzuelo tira con más y más fuerza y sale una cuerda de debajo la tierra, una cuerda tensa tirando de él; el anzuelo se le clava por la lengua y de golpe se le clava también en la mejilla, desgarrándole la boca poco a poco; lo arrastra con una fuerza creciente y ardiente, casi con emoción. El hombre, eufórico, se pone a gritar como un cerdo en el matadero, y se pone a tirar hacia atrás para resistirse, pero no puede, se cae y se queda tumbado, siendo arrastrado mirando hacia arriba llorando e intentando sacarse el anzuelo. Ya es tarde, ahora la cabeza comienza a ser mojada por las olas, el cuerpo se comienza a perder por el agua dejando un rastro de sangre. El hombre desaparece entre olas. Unas olas aparentemente tranquilas, serenas, comprensivas, suaves, bonitas, un poco apagadas, de azul marino y blanco espumoso, unas olas… llenas de pescadores.

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