Maldito imbécil. Solo eres un atractivo macaco tumultuoso
con pintas de ser el rey de las cacatúas. Un macaco que cuando ríe tiene
aspecto de alimaña retorcida. Un imbécil que parece más bien un cochinillo
asado que lleva más de una década revoleteándose por este maldito planeta.
Nunca llegué a ni si quiera imaginar que algo podría ser tan repulsivo.
Mezclas una pizca tísica de picardía, con algo aparentemente
llamativo y un poco petulante, un punto de inutilidad y cobardía, añádele algo
de procaz y dañino, una pizca de traidor e infiel y finalmente un poco de
pensamientos ínfimos: Tachán! E aquí su personalidad: la de un mamarracho
haciendo mamarrachadas encontrando verdadero goce en sus palabras vacías.
Yo soy su madre y… cuesta decirlo, pero preferiría parirlo
muerto antes que ver esta santa mierda. Por mi gran y poderoso ateísmo que juro
que si no es una mierda es una cosa semejante a la que deberían pisar y oler
con repugnancia absoluta, y una vez olida con asco, deshacerse de la manera más
indigna posible de la “cosa” esta.
“¡Oh! ¡Oh! ¡Qué hercúleas decisiones que toma!. ¡Oh!”. Pero
si no sabe lo que es una decisión. Maldita sea, lo único que ha decidido es ser
cáustico hacia mi tranquilidad espiritual tanto como a la de toda la naturaleza.
Esta santa mierda debería estar esparcida, cada átomo más alejado que el
anterior, por todo lo que abarque el universo. Pero no, la suciedad andante
tiene que pulular con tranquilidad, gozo y satisfacción después de arruinarme
la vida. ¡Es una mierda perniciosa! ¿Cuantas veces la pisaría? Pues el macaco,
rey de las cacatúas, el cochinillo asado, repulsión en persona, mamarracho,
santa mierda, “cosa”, se merece estar, una vez pisado, en un puñetero museo
moderno. No es que nunca haya visto tanta mierda junta, que también es verdad,
es que tiene una personalidad tan retorcida, tan pérfida y tan terriblemente
fea que sería una gran obra de arte en un museo de arte moderno, es una
puñetera mierda abstracta. ¡Enhorabuena! Eres una obra de arte: una gran y
apestosa mierda que aunque tires de la cadena NO SE VA, ¡hostia!
Pues el distorsionante insecto con apariencia de hércules, es
una puñetera llaga en mi puñetera vida, y, joder, ahí se queda sin moverse. Me
amputaría lo que fuera con tal que desapareciera. Pero ni si quiera sé dónde
está. Realmente, debo confesar que me alegro de su existencia. Sin él no podría
ver la pura escoria que hay en este mundo, consecuentemente no podría apreciar
bien las cosas buenas.
Me voy a hacerle un retrato al baño con la sinceridad y la
sencillez de la satisfacción del desahogo.
La ventaja de saber
escribir bien es que puedes desahogarte cuando quieras. Lo malo es que cuando
escribes sobre un sentimiento, ese sentimiento se intensifica… maldito imbécil
macaco de santa mierda.
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