El 23 de abril en Catalunya se regala una rosa a las
mujeres, y las mujeres regalan un libro a los hombres. Es todo muy bonito.
Hoy no he regalado ninguna rosa a mi novia, ha sido un
desastre emocional para ella, aunque ella no me haya regalado ningún libro. Aun
así, aunque me haya equivocado (pues ha sido un error no comprarle una rosa),
me estaba preguntando… ¿y por qué no le he comprado la rosa? No es por que sea
un rácano (que también es verdad, pero esta vez no es el caso), ni porque me
hiciera palo, sino porque simplemente estaba con ella. Si le compraba una rosa
solo podía ser con ella porque ese día no había tenido tiempo de nada, y cuando
estaba con ella no tenía ganas de hacer otra cosa que pasar el rato con ella,
¿para qué iba a preocuparme por una rosa? Tenía ganas de pasar rato con ella
cuando el día siguiente tenía un examen de filosofía que no había comenzado a
estudiar, cuando podría estar escribiendo en mi blog o un libro que he
comenzado, cuando podría estar estudiando para futuros exámenes o la infinidad
de deberes que tengo, incluso podría estar durmiendo.
Podría estar dibujando y practicando para cuando vaya a bellas artes (pues me hace falta), podría estar paseando mis perros para hacerlos felices, podría estar preparándome la merienda más buena que haya hecho nunca, podría estar componiendo y tocando el piano, podría estar mirando una pared, duchándome, haciendo ejercicio, hablar por teléfono, mirar la tele, estar en el ordenador pasando el rato, ordenando mi habitación, ¡incluso podría estar comprando una rosa! Pero antes que eso prefiero estar con ella, simplemente estar con ella. Pero eso cuesta más de valorar, pues no es nada material… a mi me pesa mucho más una hora que cualquier cosa que tenga peso y forma, que cualquier rosa.
Podría estar dibujando y practicando para cuando vaya a bellas artes (pues me hace falta), podría estar paseando mis perros para hacerlos felices, podría estar preparándome la merienda más buena que haya hecho nunca, podría estar componiendo y tocando el piano, podría estar mirando una pared, duchándome, haciendo ejercicio, hablar por teléfono, mirar la tele, estar en el ordenador pasando el rato, ordenando mi habitación, ¡incluso podría estar comprando una rosa! Pero antes que eso prefiero estar con ella, simplemente estar con ella. Pero eso cuesta más de valorar, pues no es nada material… a mi me pesa mucho más una hora que cualquier cosa que tenga peso y forma, que cualquier rosa.
Hemos quedado a las 6:15 y a las 9:30 nos hemos ido, ella se
ha ido triste y sin rosa. Si le hubiera dado la rosa a las 7:15 y me hubiera
ido a estudiar, ella seguiría igual de contenta… y yo me he quedado sin
palabras. “Hay que aprender a valorar las pequeñas cosas de la vida”, pero no
solo las rosas, también los segundos, minutos y horas.